Pablo Messiez: «Mi generación ha hecho estilo de la necesidad»

 

Estrena en Madrid «Muda», avalado por los elogios de Veronese y Tolcachir
La Razón. 4 Enero 10 - Madrid - Miguel Ayanz


Algo tendrá Pablo Messiez (Buenos Aires, 1974) para que dos de sus compatriotas más aplaudidos de los últimos años, Daniel Veronese y Claudio Tolcachir, le avalen con perlas como «es muy particular, no copia, no sigue modas, produce con extraña sensibilidad y potencia lo que dicta su corazón». LA RAZÓN habló con el director escénico sobre «Muda», su segundo montaje –el primero, «Antes», estuvo dos años en cartel–, que llega este viernes al Teatro Pradillo.


–Hay una frase curiosa de la promoción del espectáculo: «El poder sanador de las ficciones».
–Eso es el punto de partida de todo. Yo estaba con el día regular, entré en una tienda de discos de Buenos Aires, me puse a escuchar una canción de Ute Lemper y me cambió el día y los siguientes. Creo mucho en la realidad de la ficción. La única manera que tenemos de acceder a la realidad es a través de las palabras. En mi vida paso todo el tiempo construyendo historias. Y es igual en la de todo el mundo. Muchas ficciones han tenido el poder de modificar situaciones, de sostener el peso de la realidad.
–¿Esta historia habla entonces de las ficciones que construímos?
–Trata de cómo las historias que construímos y las que nos cuentan hacen que la vida sea soportable. Tener otro con el que entenderse se convierte en un bálsamo. Me importa mucho el tema de la comunicación: poder encontrar un mismo idioma. De eso trataba mi obra anterior, «Antes».
–Tiene dos tarjetas de presentación de primera, Veronese y Tolcachir. ¿El teatro de ambos tiene algo que ver con el suyo?
–Sí, estéticamente son similares, y está marcado por las condiciones de producción de Buenos Aires, donde todo es un poco despojado a la fuerza. A mí me gusta el teatro muy diferente. Me encanta cuando veo un buen montaje de Bob Wilson, aunque es puro artificio. Pero el teatro que me gusta hacer es el que deja espacio para que el actor se apodere del terreno.
–Por lo que cuenta, en Buenos Aires una generación teatral ha surgido se diría que por necesidad...
–Sí, se fue marcando una tendencia estética pero que surgía de los modos de producción. De la necesidad se hizo estilo y se terminó volviendo una marca propia.
–Esta corriente ha llegado hace tiempo a Madrid, pero quizá en Buenos Aires ya haya otras. ¿Qué prima ahora allí?
–Es cierto que lo que más llega acá es este tipo de teatro. Pero hay otros directores con líneas de trabajo muy interesantes. Como Ricardo Bartís: la suya es una poética muy personal, genial, y no tiene nada que ver con este tipo de teatro. La escenografía es determinante en sus obras y el estilo de actuación está más vinculado a lo grotesco y no al realismo, que es la línea que trabajamos Veronese, «Tolca», yo y mucha otra gente.
–Se suele hablar de la boyante escena argentina, de los 200 teatros de Buenos Aires. ¿Aún es así?
–El momento del teatro en Buenos Aires está muy bien. Se mantiene una variedad de estilos, de salas, de producciones... Pero visto desde lejos parece mejor de lo que es: la realidad es compleja, la gente no llena siempre los teatros. Las salas alternativas tienen un máximo de 80 butacas y hacemos una o dos funciones por semana. Pero le damos tiempo a las obras para que se sostengan. En España en general las temporadas son cortas, no permiten que el espectáculo crezca, que funcione el boca a boca y se transforme en un fenómeno. Pero no nos engañemos: el teatro no es el fútbol. Acá está muy instalado el discurso de la maravilla de las 200 salas, pero no todas trabajan mucho. Y en Buenos Aires, como en todos lados, hay mal teatro.

Una semana alternativa
Además de Messiez, el circuito alternativo madrileño arranca con fuerza en 2010: Cuarta Pared acoge desde el 7 de enero «El alma se serena», de Hongaresa Teatre (arriba). El mismo día, Lagrada retoma «Conversaciones en la oscuridad», de José Ramón Fernández (dcha.)

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