Mi espalda contra la tuya


Representación de 'Muda'




Los actores Óscar Velado y Marianela Pensado en un momento de la representación de Muda.

CRÍTICA: TEATRO
Mi espalda contra la tuya

JAVIER VALLEJO - Madrid - 11/01/2010


¡Qué sorpresa! Este espectáculo de presupuesto cero, segundo que firma el actor, autor y director argentino Pablo Messiez, interesa, entretiene y da que pensar. Muda habla de la soledad profunda y de la necesidad de compañía, de la incomunicación genética y de la búsqueda de un lenguaje compartido, del desarraigo obligado y de la manera de volver a hacerse un lugar en el mundo. Sus protagonistas son carne de desencuentro. Ana, joven muda que acaba de mudarse a un triste piso interior del centro de Buenos Aires, parece arrollada por las circunstancias y por la locuacidad desesperada de Flor, su vecina de arriba, que, a su vez, no soporta al joven conserje gallego del edificio, depresivo y sin papeles, tercero en discordia.


Messiez hace de la silente Ana el ángulo obtuso de un triángulo escaleno, la confidente perfecta del desasosiego íntimo de Flor y de las confesiones, cada vez más comprometidas, de su portero. No voy a destriparles lo que pasa en esta historia, fina como papel cebolla, pero clara, bien contada y transparente de emociones netas. Messiez es un bonaerense que decidió quedarse en España hará tres años, cuando vino a interpretar Un hombre que se ahoga, versión de Tres hermanas, de Chéjov, escrita y dirigida por Daniel Veronese, quien no ahorra elogios cuando habla de él. Dice "que arma mundos oscuros y luminosos a la vez, que no copia ni sigue modas", y visto lo visto, lo suscribo.


Muda no es un montaje ambicioso, su director no pretende innovar, deslumbrar ni poner su sello, sino contar una historia sentida de veras de la manera más eficaz posible, con medios materiales mínimos porque otros no tiene. Con un par de muebles recogidos por ahí, una luz básica pero absolutamente eficaz, de Paloma Parra, y tres actores que respiran verdad, Messiez crea un clima intenso desde el primer minuto, deja respirar la acción a gusto y la conduce a buen puerto con cuatro vueltas de tuerca bien dadas.


Fernanda Orazi, argentina afincada en Madrid, tiene esa facilidad para el monólogo rápido y logorreico que tanto alabamos en los actores de Claudio Tolcachir: hace correr con graciosa naturalidad tiradas de texto interminables y laberínticas, y construye, peldaño a peldaño, el malestar abstracto de Ana.


Marianela Pensado crea una muda hiperexpresiva y enigmática, al borde mismo del precipicio, y Óscar Velado, único español en escena, con su tempo tranquilo, de adagio, pone un contrapunto medido y necesario. Muda ofrece una mirada positiva sobre un mundo hostil: si tenemos viento de proa, nos cuenta Messiez, mejor será compartir el timón.


En este espectáculo está, claro, la influencia del patrón Veronese, también la de Claudio Tolcachir, compañero de Messiez en otros, y la de Rubén Szuchmacher, que lo dirigió en muchos. Pero hay un eco fundamental: el de la estadounidense Carson McCullers, cuya novela The Member of the Wedding el autor de Muda adaptó y estrenó hace dos años. En ese montaje, protagonizado por una adolescente sin sitio en el grupo de pares, su hermanito de seis y una mucama negra, personajes interpretados todos por adultos blancos, ya hablaba del anhelo de pertenencia, de la búsqueda de un álter ego y de la posibilidad de cambiar de identidad.