David Hare: "Es el público el que me provoca y me incita"









El Cultural ( 22/01/2010 )

Se estrenan en Madrid tres obras del autor, entre ellas 'Vía Dolorosa'
Liz Perales / Benjamín G. Rosado 


Dos de los grandes autores del teatro británico visitan la semana próxima Madrid. El primero en llegar es David Hare, cuya extensa obra, de marcado carácter político, ha sido escasamente representada en nuestro país. Ahora el Festival Escena Contemporánea de Madrid le dedica el ciclo de autor. De él se escenifica Vía Dolorosa, escrita tras un viaje a Israel (Reina Sofía, días 27, 28 y30), The Blue room (sala Pradillo, del 9 al 11 de febrero) y Skylight (Pradillo, días 13 y 14). David Hare es uno de los bastiones del National Theater de Londres. Le gusta diseccionar desde el escenario los temas que más preocupan a la sociedad inglesa en cada momento. Y le suele salir bien, porque su teatro no peca de demagógico, aunque su última obra, The Power of Yes, sobre el mundo de las finanzas y estrenada el pasado año, ha sido maltratada por la crítica. Llegó al National Theatrer en la década de los 80, previo paso por el Royarl Court Theatre, donde llegó a ser director adjunto y en el que se han escenificado la mayoría de sus textos. Especial interés tiene su trilogía sobre la iglesia anglicana, la justicia y la política y los medios de comunicación que retrata, respectivamente, en (Racing Demon, Murmuring Judges y The Absence of War). Pero también tiene un teatro más íntimo y personal, como Skylight, que se estrena en Escena Contemporánea. En nuestro país su obra ha sido escasamente representada. 

El monólogo sobre el conflicto israelo-palestino Vía Dolorosa, que se estrena el día 27 en el Festival, lo protagonizó muy dignamente Joaquín Kramer hace años. A este actor se debe también la puesta en escena de El lucernario. Y poco éxito cosechó en 2003, y eso que estaba protagonizada por dos ases de la interpretación (Amparo Rivelles y Nuria Espert), La brisa de la vida, en la que Hare enfrentaba a la esposa con la amante del mismo hombre.  

-Cuando se representó en España su Via Dolorosa hubo división de opiniones, algunos críticos la tacharon de proisraelí, otros de propalestina. 
-Tiene gracia, porque hubo el mismo número de críticos que me tacharon de proisraelí que de los que lo hicieron de propalestino. Creo que es una buena señal. Significa que el experimento funcionó y confirma también el modelo de sociedad en el que vivimos, donde se nos fuerza a tener opiniones muy concretas y sospechosamente parecidas. Aunque Via Dolorosa no es un acercamiento pretencioso al conflicto, creo que sí arroja luz. Porque no es más que el testimonio sincero de un occidental, y me refiero a mi propia experiencia, que viajó al lugar del conflicto sin ningún prejuicio en la mochila.  
-¿Y cuál fue su sorpresa? 
-Noté un contraste entre mi mundo interior y el de aquellos dos pueblos. Gente preocupada a diario por cuestiones trascendentales, como la creencia en un ser superior o la vida más allá de la muerte. No hacen literatura con ello, sino que viven a día a dia con esas preguntas. En ese sentido, me sorprendió el hecho de que tantas diferencias podrían encontrarse entre un palestino y un israelí como entre un ateo, como yo, y un protestante o un católico.  
-Se estrenó en Londres, capital del multiculturalismo. 
-Le diré que me inquietaba cómo podía reaccionar el público y me llegó a preocupar el tipo de gente que me estaría esperando a la puerta del camerino. Ocurrió que la obra funcionó tal y como estaba planteada, y a la salida me esperó gente de 12 nacionalidades diferentes. Esta reacción confirmó el cosmopolitanismo que buscaba en mi texto.  
-Su inquietud durante el estreno ¿desvela acaso a un dramaturgo instalado en una provocación y un debate constantes? 
-No soy yo el que provoco al público, sino el público el que me provoca y me incita. Mire, el teatro ha de ser estimulante. Al mismo tiempo que puedes tomar prestados algunos temas de la historia, ha de entretener. Informar, formar y entretener. ¿No es eso lo que hacen los periodistas?  
-¿Es por eso que algunas de sus obras -sobre cuestiones religiosas, políticas y económicas- parecen inspirarse en los titulares de prensa? Absence of Warm, su última obra, una particular iniciación en el mundo de las finanzas, es el caso más paradigmático. 
-Por supuesto que trato cuestiones de la realidad, del mundo en el que vivo. Pero niego la mayor en cuanto a que los titulares de prensa tengan algo que ver con lo que escribo. Desgraciadamente, un tipo con estudios pero sin demasiadas nociones de economía no está preparado para leer la sección de finanzas de la mayoría de los periódicos. Son textos extremadamente confusos, que adolecen de un sentido eminentemente informativo. Lo mismo ocurre con la televisión y otros medios de comunicación. Absence of Warm está pensada para que cualquier ignorante se haga una idea de lo que es el mundo de las finanzas.  
-¿Esa pureza que parece haber encontrado en el teatro es acaso lo que lo mantiene prudencialmente distante del cine? 
-He llegado tarde al cine aunque, como sabe, se han estrenado con éxito varias de mis adaptaciones. Me creerá si le digo que si me dedicara a las artes cinematográficas con la misma intensidad con que lo hago al teatro estaría instalado en el dólar. Pero mi mundo está aquí, en la cuarta pared. Por esto quiero ser recordado.  
-¿En qué términos? 
-En cierta ocasión, escuché decir a un espectador que mi obra le resultaba particularmente shakesperiana. Eso es lo que yo quiero. Que dentro de 20 ó 30 años, cuando nadie recuerde los acontecimientos que inspiraron mis trabajos, mis obras sigan funcionando, sigan llegando a la gente, como sigue llegando hoy Shakespeare.  
-No ocurrió así con sus aproximaciones a algunos autores españoles… -No puedo sino reconocer que no estuve a la altura en mis adaptaciones de Lorca, y también de Calderón. Lo hice terriblemente mal. Se me escaparon. ¿Cuál es la explicación? Digamos que Lorca utiliza un lenguaje que camina en la cuerda floja, entre lo formalmente serio y lo que no lo es. No sabía cómo acercarme, si política o realísticamente. El resultado fue el que fue. Y yo aprendí la lección.