efervescente

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festivales en construcción de la nueva capital globalizada

ladrillo

Según un turbador estudio la Comunidad de Madrid absorbía en 1984: 5,7 millones de toneladas de materiales de construcción. En el año 2005, última fecha citada en el informe, el mismo territorio importó 25,1 millones de toneladas lo que representa un alza cinco veces superior. Al mismo tiempo si dicha cantidad se divide entre los actuales seis millones de habitantes de Madrid, entre los que me incluyo, nos corresponderían cada año: 4 toneladas por persona -con o sin hipoteca-, de ladrillos, cemento, hormigón, gotelé y sanitarios nuevecitos. En fin, prepárense que a este ritmo de crecimiento, pasado mañana es el apocalipsis.

festival. prestigio

El equipo gestor del Festival de Otoño lleva a cabo una ardua selección de entre lo mejor y más prestigioso teatro de todo el orbe. Su labor es garantizar la continuidad de una cita anual con la programación de un producto cultural que difícilmente llegaría a la ciudad de manos de la iniciativa privada. Señalada en rojo fuerte en el calendario, esta muestra inigualable de lo mejor de las artes escénicas, nos trajo el otoño pasado algunas maravillas como: “¡El Conquistador!” de The Lucidity Suitcase Intercontinental, “The Grand Inquisitor” de Peter Brook, “La omisión de la familia Coleman”, de Claudio Tolcachir, “Oui, oui, pourquoi pas, en effet!” de Carlotta Sagna, “Schwarz auf Weiß” de Heiner Goebbels. Materiales de construcción llegados de allende nuestras fronteras, plenos de calidad y gusto, que nos han hecho disfrutar y sentir que merecía la pena pasearse por el deteriorado planeta tierra..

institución. marca

Pero tras la efervescencia (tachada) me asaltan las dudas. ¿Qué función pretende la institución con esta inversión propia en producto cultural?

¿Ven en ella una herramienta de transformación social o simplemente capitalizan el concepto de prestigio y calidad con otros fines espúreos?

¿Estaremos entrando en unas dinámicas que en otros lugares, como Barcelona, han llevado al colapso el modo y la calidad de vida de buena parte de la ciudad, por culpa de la apabullante atracción turística?

Tengan cuidado con este juego, ya que con él ponen en cuestión su credibilidad como gestores. Con la banalización de la cultura y del turismo como producto de consumo, la marca ciudad, el sector terciario y demás mandangas neoliberales, siempre acaban pagando los platos rotos los mismos. Todo empieza con la transformación de algún barrio depauperado en milla de oro cultural, seguido de otros oscuros procesos que suelen acabar con ancianitas soportando “mobbing” inmobiliario y jóvenes demacrados acarreando, angustiados, muebles del Ikea desde las afueras.

contemporánea. fragmentación

De otro modelo de gastar los dineros públicos, va Escena Contemporánea, sin duda unos de los mejores festivales del mundo.

Iniciativa de las salas alternativas más activas y experimentadas: Sala Cuarta Pared, Teatro Pradillo, Teatro El Canto de la Cabra. El festival nace para gestionar la oferta casi siempre minoritaria de estos espacios alternativos de una manera más productiva.

Estamos ante un formato, una marca, un producto, que es lo que la nuevas ciudades globales gestionan. Y Escena Contemporánea es eso, y no lo es al mismo tiempo, pues mostrar y hacerlo en buenas condiciones, y atraer a un mayor número de público, no tiene que representar una forma de delimitar, etiquetar o sobrevalorar la producción escénica como hemos visto que ocurre con el Festival de Otoño.

Su edición 2008, dio frutos tan apetitosos como: “Agrio Beso” de Juan Navarro con el músico Javier Corcobado, “Epílogos, confessions sans importance”, de Toujours après minuit, “Elegy For The Brave. Dislocation” del performer ruso Oleg Soulimenko.

La tentación del ladrillazo también afecta al festival má alternativo y su nueva directora Paz Santacecilia debería emplear esfuerzos supremos para evitarla.

El mensaje es que institucionalizar, con la que está cayendo, no significa gestionar bien.

La idea, revolucionaria no por nueva sino por no usada, es que lo escénico (y vale para la cultura en general), si se empaqueta y se le pone un lazo festivalero, pasa de ser algo propio, común o público, a ser un recurso exclusivo, y por tanto caro.

Urge sensibilizarse que la gente pide recuperar su cachito de la cultura que consume (¡ojo! y produce) y por tanto la gestión cultural de los recursos públicos debe ser abierta a las nuevas formas de participación.

Las ciudades y los espacios públicos, y el modo de relacionarnos con ellos han cambiado mucho. Aeropuertos, plazas con conexión wi-fi, centros comerciales, nos abren la posibilidad de nuevas formas de mostrar no convencionales y de enganchar a una amplia red social. Además esta iniciativa puede y debe superar los límites que imponen sus fechas de muestra, llegando incluso a crear subfestivales de menor envergadura a lo largo de todo el año, con los que conseguir dotarse de producción con libertad de movimiento, y un tono nuevo y diferente.

Es momento de que Escena Contemporánea entienda el sentido del procomún que significa que sus responsables políticos deben trabajar para dotarlo de eficiencia social y de autonomía frente a la tentación por poner un chiringuito donde para vendernos souvenirs, sobre ese fragilísimo ecosistema que es la escena y la cultura del siglo XXI.

Cómo ven, toda una tarea por delante.

David Rodríguez, www.tinapaterson.com

Nota:(1.) Los flujos de agua, energía, materiales e información en la Comunidad de Madrid y sus contrapartidas monetarias. De José María Frías Díaz y José Manuel Naredo Pérez.

Artículo publicado en el Nº 1 Revista “Artributos”, “Puntos de Vista”, págs. 42- 45. año 2008.