Denise Despeyroux en círculos de amor con El corazón es extraño

Denise Despeyroux en círculos de amor con El corazón es extraño
La autora se divide entre la comedia y la tragedia en su nuevo trabajo escénico

14 de septiembre de 2011
Julio Castro – laRepúblicaCultural.es





El sofá, la butaca mecedora y unas cartas de tarot, parecen ser algunos de los lugares comunes que encontramos en las obras de Denise Despeyroux. La butaca como lugar de exhibición, el tarot como curiosidad por un sentimiento desconocido y ajeno al mundo, y el sofá que, además de punto de reunión, parece ser el lugar donde se desnudan los personajes, donde intercambian, donde se establecen y donde toman decisiones, como si de un diván de psiquiatra se tratara. Tal vez quiera ser precisamente esto, tendré que preguntarle. La imagen y el simbolismo parecen acompañar sus trabajos, y es lógico, porque como escritora y dramaturga quiere reflejar en la escena el ambiente que crean sus palabras en los textos, y es una forma de hacerlo.

Pero no quiero perderme tanto en los detalles (que serían casi un libro aparte), porque ya la obra tiene suficiente complejidad como para que me disperse.

Estamos ante un nuevo estreno de la autora uruguaya, de la que hace unos meses dije que parecía estar en vías de cambio, pero que contaba ya con un trabajo a medias, El corazón es extraño. A caballo entre las anteriores sagas de la muerte, u otros textos previos, y una línea posterior de trabajo, nuestra autora se vuelca y se desnuda en gran medida dentro de esta obra, en la que veo un tremendo reflejo en el personaje principal el núcleo de la trama, en detalles, pero también en el fondo.

En definitiva, los tres personajes que maneja, Violeta (la protagonista, comprometida con cualquier amor propio o ajeno), Víctor (amigo de su hermano y desesperado de amor) y Andrés (hermano de Violeta y negado para amar), junto con Nadia, de la que Víctor está enamorado, pero que no aparece, el clon de Nadia, que sí aparece pero transformada en un clon de Violeta, y el crítico César Ignacio Morente, que tampoco aparece, y con el que Violeta se relacionará, acaban trazando círculos entorno a la protagonista. Círculos que se entrecruzan y que definen más que un espacio común de Violeta, porque son las distintas formas de amar que rodearán a nuestra protagonista.

Una primera mitad con más humor, dará paso a una segunda parte más cargada de tragedia, pero nunca falta el estilo del deje con el que Denise hace levitar las cosas entre personajes. Contrasta esa escenografía tan clásica y recargada, con el concepto de modernidad que da el laboratorio instalado en el sótano (La Caverna), por Andrés, el hermano de Violeta. Es otra forma de dar un nuevo contraste a los personajes y a su sustancia.

Si el amado de Violeta es el amor anhelado, que no llega a adaptarse a su deseo o a su idealización del mismo, el hermano refleja un amor prohibido, que acabará por reconstruir Andrés a partir de una figura ajena (que, seguramente, tampoco le podrá satisfacer). Y por último, Víctor, muestra el amor desesperado que su auténtico deseo no es capaz de comprender hasta que es tarde. Estamos, por tanto, ante una situación de completo desamor y de absoluto caos de las relaciones, que nadie es capaz de resolver aunque todos los personajes anden rondando esa necesidad.

Es difícil (si no imposible), abarcar de manera sintética toda la simbología del trabajo de Denise, desde el juego con el sofá, donde se entrecruzan las relaciones afectivas entre personajes, o que sirve para una breve reflexión de Violeta antes de la decisión final… o el juego entre músicas, como esa traición de Haendel con El triunfo del tiempo y la verdad, que parece querer abrir los ojos de algo inevitable, pese al rechazo que produce a la protagonista… acaso también a la autora.

Una iluminación lúgubre, que quiere dotar de espacios de reflexión interior, describe un lugar común repleto de contenidos, y esconden una caverna de terror más que de futuro bajo la casa. Tal vez un efecto más definitorio de las luces diese más juego desde la agilidad y enmarcasen más las ideas, o tal vez no se quiera arrojar mayor claridad que la de la sencillez y el amontonamiento de las vidas.

A Quique Villar (o Quique Fernández, ahora en el papel de Andrés), pudimos verle en El guante y la piedra, donde en su papel de boxeador pasaba por la situación de víctima. Ahora su interpretación le transporta a un personaje más duro que, pese a algunos comportamientos que le pueden hacer despreciable, en el fondo le han convertido en víctima de su situación. Una víctima más despiadada, porque está exenta de ternura, que no de amor como se quiere mostrar.

Rosalía Cigana (o Rosalía Martínez), se encargó precisamente de dirigir el anterior trabajo de Quique, y ahora asume el papel principal en el trabajo de Denise Despeyroux. No tiene una posición sencilla, porque además hace el doblete como clon de Nadia (o Nadia 2), así que se encuentra a caballo entre un personaje excesivamente profundo, pensante, reflexivo y culto, y otro no formado, sin posibilidad de establecer una relación adulta, quizá sin siquiera emotividad: tan sólo coinciden en el sufrimiento, donde se conectan cada noche por medio del sueño.

Ricardo Reguera conduce el papel del amigo de Víctor, un ser confundido por un amor no correspondido, que acaba haciendo de nexo, pero también de separación, en ese lugar donde reside una amistad que puede convertirse en algo más, pero que no se define cuando debe.

Como en clave poética, la autora quiere trasladar la importancia del desamor hacia la fundamental existencia de la amistad, como equilibrando un peso que no tiene equilibrio posible, aunque ofrezca una alternativa opcional.

Tal vez por eso, el colofón de este texto pone el acento en algo que abarca a todos sus personajes (aunque a la salida me percato de que hay quien sólo lo atribuye a la protagonista), porque todos ellos, sean los que aparecen como los que sólo son citados, forman una trama sin la cual no se comprende el devenir de los acontecimientos: “Amar sin esperanza es sobrevivir al desamor logrando que quede intacta la ternura”. Quizá el análisis profundo diera para un tratado sociológico de los personajes, pero antes que eso, recomiendo al público que lea sus anteriores textos, porque además de disfrutar del humor de la autora (con mayor peso en otras obras), comprenderán muchas vías de exploración a partir de su trabajo.