La benévolas

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Leo hoy en Público una interesante columna de Sebastià Alzamora sobre el novelón de Jonathan Littel:

Reconozco que me sucedió con Las benévolas (...) lo que frecuentemente sucede con las cosas que todo el mundo elogia: empecé a leerla a contrapelo, proponiéndome encontrar defectos y puñetas, en un ataque preventivo de envidia. Pero también debo admitir que a las tres páginas se me pasó la tonteria: desde el principio, es evidente que uno se halla ante una novela muy importante. (...)
Me siento plenamente identificado con estas palabras (cuantas veces nos pasa igual con las obras de teatro que nos vemos obligados a asistir), lo curioso es que mi experiencia con esta novela es no solo similar, sino incluso áun más radical. En uno de esos momentos que me escondo por los pasillos de la Casa del Libro de Gran Vía, me di de bruces con la novela. Montón de ejemplares, igualito a las ofertas de tomate frito del super, me lo pensé, superé mi miedo escénico y, entre recelos y de reojo leí la primera página. Generalmente, no me pasa, pero esa vez me quedé clavado. Las Benévolas es una novela impresionante.

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